lunes, 8 de marzo de 2010

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Cuatro vientos soplaron una noche. Uno tironeaba el fuego de las estrellas; el otro arrastraba el barro de la tierra; el tercero arremolinaba maderas, troncos, palos caídos. Se juntaron, se enredaron y bailaron. El barro cubrió el loco girar de las maderas y fue su piel; el fuego coció la arcilla y se escurrió eterno dentro de la masa amorfa. Cuando todo estuvo listo llegó el cuarto viento lleno de sí mismo, envolvió la materia y, así, comenzó la vida.

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